Mercedes Pardo
Óleos
Luego de haber culminado sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas y vivir un período en Santiago de Chile, la pintura de Mercedes Pardo es esencialmente académica. Naturalezas muertas, bodegones, flores, retratos y paisajes componen el repertorio con el que adquiere dominio de los aspectos esenciales del lenguaje. Su primer viaje a París reafirma la formación cézanneana adquirida, pero también la enfrenta a los profundos cambios que había experimentado la pintura europea en las primeras décadas del siglo XX.
Ocurre entonces la primera gran evolución, a partir del contacto con André Lhote y su riguroso cubismo, y sobre todo la revelación que representa el encuentro con la obra de Vasili Kandinsky. Estas experiencias le permiten ver el agotamiento de su trabajo anterior y la impulsan a adoptar el lenguaje abstracto como vía para liberar la pintura de todo lo que le fuese ajeno y llegar a su esencia, sin intermediaciones temáticas.
En estas primeras obras abstractas queda claro su interés por el color y la composición rítmica en el espacio. Al inicio se trata de estructuras rigurosas y de formas muy precisas sobre fondos de color plano. Paulatinamente estas formas se van suavizando, haciendo más flexibles sus contornos, hasta que llegado un punto ese carácter orgánico resulta en superficies matéricas, enraizadas a la corriente informalista aunque sin apegarse a los preceptos del movimiento. Su sensibilidad hacia el lenguaje pictórico atenúa lo puramente azaroso y gestual para privilegiar la limpieza y luminosidad de los empastes de pigmentos, diferenciándose de sus contemporáneos por la dominancia del color por encima de la propia materia.